Los manuales sobre cómo ser un buen técnico comercial nunca incluyen un apartado sobre cómo utilizar la intuición y la improvisación. Son dos instrumentos que a menudo resuelven la venta mejor que cualquier sofisticada técnica comercial.
Un vendedor afrontaba su primera jornada de trabajo en una nueva tienda de muebles con bastante ilusión, pero con la inquietud de agradar a su nuevo jefe. Tan sólo diez minutos después de abrir, recibió la visita de su primer cliente.
-Buenos días. ¿Qué desea? -Le preguntó a su primer potencial cliente-.
-Buenos días. Vengo a comprar medio armario -contestó el cliente ante la enorme sorpresa del vendedor-.
-Siento decirle que en esta tienda no vendemos medios armarios. ¿Quizá quiera usted comprar uno entero y luego partirlo en su casa?
-¡No! Le estoy diciendo que quiero medio armario y no quiero discutir más. Consúltele a su superior si quiere, pero yo me llevo mi medio armario.
Ante tanta insistencia, el vendedor se vio obligado a consultar a su jefe.
-Don Javier -dijo con completo tono de sorna y sin darse cuenta de que el cliente le había seguido hasta el despacho de su jefe- en la tienda tengo a un estúpido que se empeña en querer comprar medio armario.
Al darse la vuelta, contempló con estupor que el comprador estaba allí. Y sin inmutarse, añadió "y este señor que nos acompaña está interesado en el otro medio". Al resolver tan bien la situación, el jefe quedó tan complacido que prometió al audaz vendedor viajar a Holanda a una convención de ventas.
-¿Qué te parece?
-Bueno, me interesa mucho la convención aunque Holanda no me gusta: sólo hay fulanas y futbolistas -dijo-.
-Mi mujer es holandesa -contestó indignado el jefe-.
El vendedor respondió muy tranquilo:
-¿Ah sí? ¿Y en qué equipo juega?
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