martes, 6 de septiembre de 2011

REFLEXIONES PERSONALES - VI


Nuestros hijos nos miran y aprenden de lo que hacemos. Como el caso de un padre gruñón, que le dijo a su hijo que cuidase mejor de su abuelo, porque él no tenía tiempo, y que no le iba a dar dinero para comprarle un calefactor porque pasase frio en la residencia, que ahorrase para comprarle una manta. El padre gruñón no entendió por que al llegar a casa vio una manta cortada por la mitad, hasta que su hijo le explicó que ya había podido ahorrar y comprar una manta grande, con la que llevarle una mitad al abuelo y la otra mitad la guardaba para cuando fuese mayor le llevase a él a la residencia y pasase frío por las noches.
En todas partes hay flores, para quien quiera verlas, las mismas que otros verán como hierbas que les molestan.
No hay que preocuparse de si hay vida después de la muerte, es mejor acordarse cada día de que lo que sí hay es vida antes de la muerte y que hay que disfrutarla.

Las guerras, los conflictos, el mal rollo nacen en la mente de los hombres, es ahí donde también han de nacer los pensamientos para evitarlos.
Cuanto más practicamos la generosidad, la gratitud, la tolerancia y la solidaridad, y cuanto más y mejor conectamos con los demás, mejor nos sentimos.
Si pretendemos vivir sin repetir errores, aprendiendo cada día, sin sentirnos agobiados por no sé cuantas cosas, viviendo con más plenitud… hay que vaciar la mochila de los recuerdos y sensaciones negativas, aunque solo sea para dejar espacio para nuevas emociones positivas.
Una persona grande es aquella que, aun en medio de la muchedumbre y de los ruidos de la sociedad, mantiene la dulce independencia de su soledad.
Ver solo los defectos en los demás, que los tienen, es como ver la mitad de un cuadro. Hay que aprender a mirar y también a ver, la otra parte, en la que están sus cosas buenas, que igualmente tienen. Así veremos su verdadera imagen completa y nos reconciliaremos un poco más con ellas. Y esto, incluso y sobre todo, con los que no nos caen bien.
A las personas que me quieren, les pido que cuando me equivoco o tengo un mal día, no me lo estén reprochando continuamente y que por favor me regalen su silencio, al menos hasta que pase el mal momento.
Mi mayor miedo es no hacer lo que deseo por vivir con miedo a hacerlo.
El bienestar que todos anhelamos no consiste solo en procurarse momentos de gloria, sino en saber que existe la alternancia de estos con otros, y que así está bien.

Si perdemos en la más cruel de las batallas, pero no morimos en ellas, nos hacemos más fuertes. Así que no nos importe tanto perder alguna. No pasa nada.

Cuando una persona se siente herida, deja de escuchar. No hace falta que nos quedemos tranquilos con nosotros mismos desplegando toda nuestra sinceridad, porque al otro no le ayudará. Hemos de ser especialmente sensibles y solo hacerlo cuando estén preparados y dentro del nivel que pueda aguantar. Esto, claro, si nos interesa su bien.
Saber que también somos frágiles nos protege de las ilusiones de creernos omnipotentes, cuando pensamos que nada malo nos puede suceder a nosotros y que esto lo vamos a resolver fácilmente. Así nos centraremos en los combates necesarios, apartando los que no nos aportan nada.

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