Hemos sido educados de manera que si creemos que nos falta algo que deseamos, tampoco conseguimos disfrutar de lo que sí tenemos, que la felicidad nos llegará cuando logremos “eso” que queremos conseguir.
Sería bueno no sobrevalorar lo que echamos en falta, para no despreciar lo que tenemos. Quizá haya mucha gente que no puede disfrutar de lo que nosotros poseemos y que ya no le damos importancia.
Probablemente no cambiemos hasta que no hayamos sufrido lo suficiente.
Hemos de aprender a vivir los reveses de nuestra vida como situaciones que nos pueden ayudar a cuestionarnos aspectos que necesitamos evolucionar.
Tenemos que pasar de pensar “a ver qué día tengo hoy” a “a ver qué día creo hoy”, visualizando y perseverando sobre como quiero que sean las cosas.
Debemos querer mucho, pero además es necesario amar bien, escuchando al otro y aceptando que el vínculo va cambiando según nosotros también lo vamos haciendo.
A menudo nuestra propia melodía no nos deja escuchar la música de la gente de nuestro entorno. Si prestamos más atención a los sentimientos ajenos, nos permitiremos mantener conversaciones auténticas de las que todos saldremos ganando.
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