martes, 6 de septiembre de 2011

REFLEXIONES PERSONALES - IV


Quienes intentamos agradar todo el tiempo y a todos, escondemos una gran necesidad de ser aceptados y de sentirnos queridos constantemente.
Debemos aprender a vivir sin contar siempre con la aprobación de los demás, quienes permanezcan a tu lado, son los que realmente te apreciarán de verdad.

Las comparaciones que hacemos de nosotros mismos con otros, siempre nos llevan a un deterioro de nuestra autoestima, y casi siempre surgen por nuestras inseguridades personales. Los otros no son más ni menos que nosotros, solo son diferentes. A veces los idealizamos, a veces los prejuzgamos. Si aprendemos a querernos, tenderemos a compararnos menos.
No pierdas tiempo en compararte con otros, salvo si es para un sano aprendizaje de los mejores.

Es difícil perdonar a los que nos han hecho daño, pero aun lo es más perdonarse a sí mismo. Para ello, es necesario bienestar emocional, buena autoestima, aceptación de nuestras limitaciones y dejar de buscar la perfección.
Seamos lo queremos ser, no los demás quieren que seamos.
Cometer errores forma parte de nuestro aprendizaje y evolución, no te autocastigues, no te escondas detrás de la culpa, y aprende de ellos.

¿Cuántas veces damos las gracias a lo largo del día?
La gratitud sincera es una de las emociones más positivas y que más influyen en la felicidad, en quien la da y en quien la recibe.
Si aprendemos a ser conscientes de los favores y servicios que los demás y la vida nos regalan, y lo manifestamos claramente, nos sentiremos muchísimo mejor.

No sirve de nada darle vueltas a lo que no nos gustó del pasado. Vivimos en el presente y es aquí donde hemos de centrarnos y donde podemos ser felices, o no.

Escribe las actividades o cosas nuevas que te gustaría realizar, planifícalas según tus opciones y disfrútalas al máximo.
Buscar motivación y abrirnos a experiencias nuevas nos proporciona más alegría que limitarnos a buscar la seguridad de lo habitual.

Cada día, nos suena el despertador, desayunamos rápidamente, repetimos las mismas tareas en el trabajo, vemos a las mismas personas, pasamos por las mismas calles… y entre tanto nos olvidamos de vivir y de disfrutar de los matices de cada jornada.
Deberíamos equilibrar lo novedoso y lo rutinario, y así tener una sensación más completa, armoniosa y feliz de nuestras propias vidas.

Bastan 10 minutos al día de meditación para reducir la ansiedad, mejorar el funcionamiento de nuestro organismo, y para que fluyan más emociones positivas. Al desconectar también recargamos nuestras baterías físicas y emocionales.

También podemos dedicar esos mismos minutos, cada noche, antes de dormirnos, a rememorar, con todo lujo de detalles, aquellos momentos de nuestra vida en que nos hayamos sentido realmente felices. Si lo haces, al menos durante un mes seguido, mejorará tu estado de ánimo y te sentirás más feliz.

Tomar varias tazas de té verde al día, mejora nuestra memoria, nos libera del estrés, hidrata nuestro organismo.

Un buen amigo lo sabe todo de ti y, a pesar de ello, te quiere.
Cuando todo va bien, nuestros amigos nos conocen. Cuando las cosas van mal es cuando los conocemos nosotros.
Quien deja de ser nuestro amigo, es que nunca lo fue.
El verdadero amor no es más que el deseo inevitable de ayudar al otro a que sea quien de verdad es.

La serenidad nos ayuda a tener más ganas de quedarnos donde estamos, de absorber el momento, de saborear nuestras circunstancias y de vivir más conscientes y por ello más plenamente.
El ejercicio regular puede tener efectos comparables a algunos medicamentes contra la ansiedad y la depresión.
Si atendemos a un solo asunto a la vez y le dedicamos toda nuestra atención, estaremos más serenos y seremos más productivos y eficaces.
Todos tenemos asuntos pendientes que consideramos “poco importantes o aplazables” y los vamos aparcando, lo que nos genera intranquilidad y cierta ansiedad cada vez que lo vemos o nos acordamos. Es mucho mejor limpiar el tajo y no tener cosas pendientes. Tendremos más paz y satisfacción.
Si aprendemos a decir “no”, seleccionaremos y nos concentraremos más en lo que de verdad nos interesa y deseamos.

Cuando aparece una necesidad y sentimos la urgencia de satisfacerla ya, es que seguimos funcionando como cuando éramos bebés y nuestro estado emocional era el de necesidad absoluta.
Esto nos provoca dependencias y adicciones de todo tipo que sustituyen a nuestras madres, les otorgamos a otros el poder de hacer lo que quieren de nosotros y nos arrebatan nuestro propio “yo”.
No solo necesitamos que nos quieran, necesitamos sentirlo y para ello renunciamos a nuestros deseos, en tal de lograr la aceptación de los demás.
Lo peor de la adicción no es la sustancia o actividad que buscamos para calmarla, sino la desesperación que sentimos cuando aparece la necesidad urgente de tomar o hacer para llevar ese vacío que nos agobia.
Debemos revisar con franqueza nuestra historia, nuestra niñez, y buscar las demandas desesperadas, de miradas y cariño, que quedaron sin cubrir.
Podemos decidir por nosotros mismos como expresar a los demás como y quienes somos. El aprendizaje consiste en elegir, sin demasiada demora, la mejor manera, el mejor momento y el mejor entorno.

Cuando estamos nerviosos por algo que va a ocurrir (una cita, hablar en público, desfilar…), la mejor forma de relajarnos es admitir que eso es lo normal y que ya se pasará.

No aprendemos mientras hablamos, solo cuando escuchamos.
Me gritas tan fuerte que no puedo oír lo que me dices.
La tolerancia no es compartir lo que otra persona piensa, sino concederle el derecho a defender su opinión.
Si me quedara poco tiempo de vida, contactaría con las personas que he amado y me aseguraría de que lo saben. Mejor, pensado, voy a hacerlo ya.
No solo hay que felicitar por lo que se consigue, también cuando se ha intentado intensamente.
La crítica que más nos duele es la que se refiere a temas en que nosotros mismos también nos juzgamos más severamente. Fíjate bien.

Debemos aceptar y desafiar a nuestros propios miedos y, pese a ello, dar el siguiente paso, y el siguiente, y el siguiente. No nos debemos detener. Ya pasará.
Si me fijo mucho en los detalles, pierdo de vista las cosas importantes.
No debe importarnos admitir nuestra propia vulnerabilidad, aceptar las criticas, confiar en los demás, ser menos exigente con nosotros y con los demás.
A veces trabajamos en exceso como vía de escape a nuestros problemas no resueltos o en búsqueda de reconocimiento.
No hay nada malo en nuestra forma de ser, algunos problemas aparecen cuando creemos que deberíamos ser de otra manera y nos enfadamos por ello.

Sobre la asertividad:
Entre la pasividad y la agresividad, vive felizmente la asertividad, el verdadero equilibrio, en el que reina la serenidad y la auto satisfacción.
No le sigas la corriente a quien te habla mal, porque si lo haces ha sido él quien está decidiendo como debes actuar tú.
No nos pueden herir sin nuestro consentimiento.
Hemos de responder, en lugar de reaccionar.
Y hay que hacerlo con firmeza pero con serenidad, con respeto, se lo merezca o no.
No siempre podemos controlar nuestros sentimientos, pero sí lo que hacemos con ellos y nuestros comportamiento.

Nuestra personalidad se forja en lo que pensamos sobre lo que ocurre a nuestro alrededor y las sensaciones que esto nos causa, lo que genera emociones que van creando nuestros sentimientos. Según estos, interactuamos ante los demás, lo que, según la calidad de esa relación, generará respuestas de los otros.
Y al final todo es una cadena de consecuencias que nace con nuestros pensamientos.
Así que fíjate como y qué piensas, porque según lo hagas te irá la vida.

Si quieres que algo que no te gusta cambie, sea diferente, empieza por pensar cosas diferentes a lo que pensabas hasta ahora. El ciclo llegará su final y hará su efecto.
Si piensas lo mismo de siempre, te ocurrirá lo mismo de siempre.

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